Gaby Brimmer estuvo confinada toda su vida a una silla de ruedas, debido a la parálisis cerebral con la que nació. Su pie izquierdo, único miembro de su cuerpo que le obedecía, se volvió elemental: a través de él, señalando las letras pintadas en un tablero ubicado eternamente bajo sus extremidades inferiores, se comunicó.
De su paso por la Universidad no faltó tiempo para que encontrara en la literatura (que su padre y nana Florencia le leían) el camino para deambular por la poesía que lentamente redactaba en su máquina de escribir que, acorde con los tiempos, bautizó como "Che".
Probablemente, esta historia contra el destino de una vida en silla de ruedas, hubiera pasado desapercibida si la escritora Elena Poniatowska no publica Gaby Brimmer, libro biográfico que narra la vida y da a conocer la obra poética de "gaviota" (como solían decirle).
Luego de la publicación de este texto, la vida de Brimmer fue otra. La sombra cedió su lugar a la luz, Gaby fue llamada para dar conferencias, asistir a congresos, crear talleres de lectura, proponer guiones de cine, apadrinar obras de teatro... ser tema para una película de Hollywood.
Sólo después de fundar, en 1989, la Asociación para los Derechos de Personas con alteraciones Motoras, luego de que el Gobierno de la ciudad de México le otorgó en 1995, la medalla al Mérito Ciudadano, y ocupar al año siguiente la vicepresidencia de la Confederación Mexicana de Limitados Físicos y/o Deficiencias Mentales, Gaby Brimmer fue de nueva cuenta ejemplo de dignidad para los mexicanos.
Y eso quedó confirmado el sábado 15 de enero del 2000, en las Pláticas del Presidente, cuando Ernesto Zedillo dijo que "en memoria de su ejemplar tenacidad para salir avante en la vida, el gobierno de la República creará el Premio Nacional de Rehabilitación Física o Mental, que llevará el nombre de Gabriela Brimmer.
El Centro de Rehabilitación Zapata, ubicado en la ciudad de México, en el que se atiende a niños con parálisis cerebral lleva el nombre de la escritora.
Ciertos párrafos de su poesía nos muestran lo profético (¿irónico?) que puede ser el destino. Ella escribió:
"Quiero morir en un día de invierno gris, feo y frío, para no tener tentación de seguir viviendo. Moriré en esa época del año, porque de todo el mundo he recibido frío. Quiero morir en invierno para que los niños hagan sobre mi tumba muñecos de nieve".
El 3 de enero del 2000, el día de su muerte, la vida y el clima, le complacieron.