sábado, 15 de agosto de 2020

Asociación El Puente Verde: Cultivan flores y muchas cosas más para convertir a jóvenes con discapacidad en “productores agropecuarios”

 




El Puente Verde es una asociación civil sin fines de lucro nacida en el año 2000 (pero registrada en 2003) con sede en la Ruta Jorge Newbery, kilómetro 28 y medio, de Monte Grande, provincia de Buenos Aires. Se ubica sobre un predio de 3 hectáreas y media, cedidas en un contrato de comodato por el Municipio de Esteban Echeverría. Se llega por la Colectora de la Autovía Ezeiza-Cañuelas, por la mano a Capital, y está ubicada frente al predio de entrenamiento del Club River.

Es una empresa social dedicada a la formación personal y sobre todo a la inclusión laboral de las personas en situación de desventaja psíquica, social y económica, preferentemente jóvenes, pero también a sus familias y a los voluntarios que integran el equipo de trabajo. ¿En qué los forma e incluye? En emprendimientos florihortícolas y otros derivados.

Se compone de unos 40 integrantes entre voluntarios y beneficiarios. En su mayoría, los jóvenes son derivados desde las escuelas especiales y laborales del Estado Provincial. Producen plantines de huerta y de flores. Lograron que la Municipalidad de Esteban Echeverría les comenzara a comprar Pensamientos, en invierno, y Copetes, en primavera-verano,  para la plaza Mitre de Monte Grande. De la misma municipalidad reciben el chipeado de la poda urbana y a los troncos que quedan los comercializan como leña sustentable. También supo brindar el servicio de reproducción y transplante de plantines en las bandejas de techos verdes para el proyecto BIOTA URBANA de la Facultad de Agronomía de la UBA (Fauba).





Varias mujeres producen allí dulces caseros de mora, ciruela, tomate, pera, manzana, y conservas. En otro grupo hacen productos de cosmética natural. Algunos de éstos se hacen con productos de la huerta, como caléndula,  manzanilla, carqueja y aloe vera.

Generan ingresos vendiendo mini plantines para armar la huerta o el jardín en casa, hierbas aromáticas y medicinales, deshidratadas (de burrito, stevia, mentol, etc.) con un artefacto solar. 

Luego comenzaron a producir cabras, para que se comieran el pasto, y éste se transformara en carne y leche. Tuvieron cerdos, pero debieron abandonar por el alto costo de los alimentos. Tienen una vaca y unas 150 gallinas ponedoras, de las que venden los huevos. 

Elaboran panes caseros y prepizzas, comunes y de masa madre, con harina integral de trigo agroecológico del grupo La Permanencia, de Bragado, que integran como ellos la Mesa Provincial de Organizaciones de Productores de Buenos Aires y muelen el grano a la piedra. Le compran bolsas grandes de harina, no sólo para sus panificados sino también para vender fraccionada. También venden Yerba Mate  agroecológica, de una cooperativa misionera, que consiguen a través de sus vinculaciones con los actores de los programas de la Agricultura Familiar.






Comenzaron a realizar una feria llamada Paseo Agroecológico los segundos sábados de mes –ahora suspendida- hasta con espectáculos artísticos. Los segundos viernes de mes participan en la Feria Soberana de la Universidad Nacional de Lomas de Zamora. El predio de El Puente Verde abre –fuera de la cuarentena- de lunes a viernes de hora 9 a 16. Se dan talleres de cerámica los viernes y funciona una Escuela Primaria para Adultos de lunes a viernes de 13:00 a 16:30.

Hoy venden sus productos por Facebook e Instagram y los entregan en las estaciones de Monte Grande, Spegazzini, El Jagüel, Luis Guillón y en Parque Chacabuco, de Capital Federal.

Analía Suárez es técnica agropecuaria y presidente de la institución. Me explicó que la institución se copió de un modelo de ONG de Italia, basado en el subsidio y la venta garantizada al Estado. Porque en Italia el Estado se compromete por ley a comprar las producciones de las ONG, pero en Argentina no lo hace. En sus orígenes producían un millón de plantines por año de apenas 3 o 4 especies. Los vendían hasta a clientes de Tierra del Fuego y a una cadena de hipermercados. Pero esto tenía mucho riesgo.

Luego de superar una gran crisis económica, en el 2004 se replantearon todo, desde las bases. Comenzaron a inclinarse a la autosustentabilidad, diversificándose, y fueron orientándose a una economía social solidaria y su  producción hacia la agricultura familiar, agroecológica, con recursos propios, economizando lo más posible.  

En paralelo, el concepto educativo traído de Europa era muy estanco, y comenzaron a plantearse una mirada más dinámica, donde sea posible la autonomía de las personas con discapacidades mentales, superando el modelo asistencial y tutorial. Fueron orientando su educación como una construcción social desde la discapacidad, en vez de poner el acento en la deficiencia. Construyendo estrategias, junto a toda la comunidad,  para lograr una autonomía en la vida social y laboral, como institución, y los alumnos y voluntarios, como individuos.

Su ONG no es un espacio terapéutico sino productivo, una instancia de salida laboral. Los alumnos con discapacidad mental deben ser moderados, estar estabilizados y poder manejare solos, tomar colectivos, manejar dinero, llevarse su vianda y calentarse su comida, cumplir horarios y llegar a ser responsables con su ocupación laboral. Reciben un mínimo ingreso pecuniario del Estado. Como realizan ferias, venden su producción y se reparten las ganancias. Por todo esto es que prefieren llamarlos “productores rurales” antes que “trabajadores” a los alumnos, porque esto los empondera y los compromete a defender su propia producción. Los moviliza a madurar y a pasar, de ser niños protegidos, a adultos independientes.


Pablo Ricardo González el de la foto de portada) tiene 33 años de edad e ingresó a El Puente Verde como alumno en el año 2002. Desde 2011 vive en una de las viviendas de la institución, mientras que en otra vive Magdalena Garoberea Férre, técnica en recreación y vicepresidente de la asociación. Pablo ha madurado tanto que hoy integra la mesa de decisiones de la ONG, porque al dejarlo a cargo de la huerta y de los animales durante la cuarentena, toda la producción se mantuvo gracias a él.


Pablo hizo cursos de Mecánica, de FloriHorticultura, de Parques y Jardines, Dulces y Conservas, y en 2019 estudió la Diplomatura en Agroecología y Economía Social, en Quilmes. Terminó la Educación Primaria en la Escuela de El Puente Verde, estaba haciendo un curso de Electricidad,  un curso de dirigente Scout y planeaba empezar la Secundaria, pero la pandemia le suspendió todo. Cuenta que le gustaría irse a vivir a otra provincia para iniciar otra vida, porque gracias a que la Asociación lo incentivó se da cuenta de que ha madurado, de que ya es un adulto y puede tener independencia económica con todo lo que se capacitó. Pero por momentos duda cuando dice: “Yo siento que me crié acá, porque estoy desde mis 16 años de edad, y El Puente Verde es todo para mí. Si me fuera, sentiría que habría perdido todo, porque me gustan los animales, las flores y trabajar en la huerta”.


Los integrantes de El Puente eligieron la canción con aire de murga “Un cielo mucho más claro” para dedicarnos, con la que acompañan su video institucional, con letra de Ezequiel Jusid y música del grupo Arbolito, interpretada por éstos y con León Gieco de invitado: